Lo dijo el Presidente Mujica, los partidos se construyen con propuestas, pero también pesan las cicatrices del pasado.
En 1958 yo salía de la escuela, me aprestaba a entrar al liceo, y aún colorados y blancos discutían acaloradamente sobre si los “mártires de Quinteros de 1858” estaban más muertos que los de “Paysandú” en 1865.
Finalizada la Guerra Grande,1851 , pacificados los partidos, la cúpula militar colorada emigra y se pone al servicio del mitrismo porteño . En Ombucito, Entre Ríos, en 1862 Flores en su parte de batalla a Mitre le comunica, que tuvo una baja, los enemigos 300, no hay prisioneros. Por algunos fugados se supo que fueron atados y degollados a navaja por los mercenarios napolitanos reclutados por Flores. Lo mismo sucedería luego en el frente paraguayo, donde en Yataí, primera batalla de la guerra, son decapitados 1400 prisioneros paraguayos rendidos. Esto hará que los paraguayos de ahí en adelante mueran peleando aún en las situaciones mas adversas. La guerra eliminó a todos los hombres capaces de portar armas, los últimos escuadrones paraguayos eran de niños…
Una de las mentiras mas elaboradas de nuestra mitología oriental es aquella de que nuestro ejército es heredero de la gesta artiguista.
El ejército fue el brazo armado de la facción unitario- colorada que se atrincheró en Montevideo sirviendo a los intereses de la Intervención Francesa. Ese cuerpo de oficiales unitarios será el cerno del ejército, todos los oficiales de fines del siglo XIX, el mismo Latorre hizo sus galones en la Guerra del Paraguay.
Ha funcionado, desde Flores a la fecha, como un ejército de ocupación, en un territorio hostil. Cada salida de Montevideo cuenta con un cuartel, cabeza de departamento, también. Incluso, hasta en la localidad de Santa Clara de Olimar dejaron un cuartel para cuidar a los Saravia.
Vencidos los blancos, tras la muerte de Saravia, Batlle se apresta a domesticar al ejército que contaba con importante tradición de guerra, casi todas contra civiles, con oficiales prestigiados por los enfrentamientos como posibles caudillos políticos dentro del partido Colorado. Así pues Batlle, durante el conflicto de 1904 se encargó muy bien de no dejar la iniciativa combativa a los militares. Teléfono y telégrafo mediante, Batlle se encargó directamente de manejar el enfrentamiento. Por eso en éste no hubieron los excesos, las degollatinas de vencidos, de otros momentos. Batlle manejó el conflicto como un político con visión estratégica. El día después pareció ser su obsesión. La paz no podía cimentarse en el odio, cargando con las secuelas de la sevicia de una oficialidad desenfrenada.
Luego vendría la paz, el reconocimiento a los vencidos en su carácter de servidores públicos, de ciudadanos republicanos, se les amnistió, se les dotó de pensiones militares, reconociendo los grados del ejército blanco.
¿Qué podemos dejar para los sucesos que nos hirieron tan hondo? Más si los abusadores, los enloquecidos verdugos, que se comportaron como fieros mastines de guerra, no se han dignado ni a entregar las osamentas de sus víctimas, ni a los niños a cuyas madres asesinaron infamemente… porque ninguna de esas madres murió en enfrentamientos, arma en mano, vendiendo cara su vida. Fueron reiteradamente violadas por oficiales de ese ejército de valientes, y murieron en la parrilla del tormento, electrocutadas …
No es disculpa aquello que supo decir un conocido General, de que “si hubiéramos hecho caso a los asesores gringos no hubiera habido presos”, “hay 1800 presos porque no hay 1800 muertos”, dijo otro. Pero es claro, los militares no piensan, no pueden pensar porque han sido programados para obedecer, pero tienen sus límites. Si alguien piensa duda y si duda va muerto. Los que en todo tiempo piensan son los civiles que se sirven de ellos. Y esto explica la presencia en el Centro Militar, este catorce de abril, de la cúpula civil del proceso, Sanguinetti y Lacalle acompañados de otros civiles de menor cuantía pero liados por la complicidad que da la memoria de vivencias compartidas. Comportándose como demagogos de facción que consideran a los militares sus menestrales.
Los cabezas de facción, Sanguinetti y Lacalle, no aspiran a la reconciliación nacional, aspiran a mantener vivos rescoldos en las almas a la espera de vientos propicios…
El Presidente Mujica ha demostrado valorar la vida de sus enemigos como la propia y una capacidad sobrehumana de aceptación del pasado como algo irremediable, ante el cual solo cabe agradecerse de vivir para aprender de él. Pocos estuvieron, como él, a punto de morir acribillado por el mismo suplicante coracero que le pedía por la orfandad de sus hijos... Años después, ese coracero fue a la chacra a estrechar la mano del Pepe. Eso es reconciliar…el pasado no tiene remedio, hay que unir para adelante.
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