Como un gigante noqueado, en cada generación, América, intenta incorporarse, ponerse de pié, e intenta andar. Permanentemente amnésicos, aturdidos por la vocinglería que viene del mar. Sin comprender los eternos “Requerimientos”, a que, armas en mano, nos conminan togados y mercenarios de todos los credos.
Aún no sabemos por qué somos, o si son otros los americanos. Si americanos somos por obra y gracia de un genovés aventurero llamado Alberico Vespucio que navegaba al servicio de los reyes católicos. ¿O habremos perdido el gentilicio a manos de los ingleses que pisaron el continente un siglo después de fundada la primer universidad e imprenta de Indias en lo que se dio en llamar Nueva España, o Méjico?
Al gigante americano se le despierta, cada generación, alguna neurona, y una de ellas, el memorioso peruano Ricardo Palma, en el siglo XIX, pudo documentar que América viene de Americ, nombre autóctono de unos picos altos que tiene la cordillera nicaraguense.
Del gran golpe sufrido por la nación española y la lusitana también, por las guerras napoleónicas, devino ese proceso, incomprensible aún, fenómeno crapuloso- del latín crapulae es sintéticamente borracho, irresponsable- devenimos en huérfanos pero no independientes. Porque tuvimos una existencia tutelada, amaestrados en los diversos idiomas a la moda cambiante de nuestras sumisas élites portuarias, en francés o inglés. Acostumbrados a estar como el perro de la Victor, con la cabeza en la bocina escuchando “la voz del maestro”.
Los jóvenes del 800, que alumbraron el llamado “siglo de las luces”, fueron alucinados con la revolución francesa practicaron furiosamente el terrorismo jacobino en nombre de la civilización, borrando del paisaje y de la memoria tres siglos de existencia americana que los precedieron. De ahí que, recién a fines del siglo XIX y comienzos del XX, algunas neuronas exploran en ese pasado español americano. Pero, cómo despertar del gran golpe de un siglo que nos tuvo en incesantes guerras civiles, provinciales e intervenciones europeas a lo largo y ancho del continente americano. Y, no habían cesado las oleadas aventureras inglesas y francesas, cuando se lanza el yanqui sobre Méjico y Cuba al final del mentado siglo de las luces. El primero pierde la mitad de su territorio y la segunda queda colonizada bajo las cláusulas de la Enmienda Plat…”hasta que vino el comandante y mandó parar”.
Pero, aquí, en la pampa ganadera, nuestras oligarquías fisiócratas, veían como graciosamente el sol y el agua se transformaban en carnes y lanas con que pagar sus dispendiosas existencias portuarias. La pax-británica fundada en el genocidio decimonónico, que desde Salsipuedes a Cerro Corá incendió nuestra región, sobre el cual se produjo un recambio poblacional. Las oleadas inmigratorias del siglo XIX y hasta comienzos del XX llenaron el vacío generado en el territorio por casi un siglo de matanzas. Solo vale recordar, que tras la derrota de Artigas en el año 1820, la población de la campaña oriental se redujo a una décima parte. Los que no murieron emigraron a las provincias vecinas. Y no tendremos tres años corridos de paz hasta 1904.
El siglo XX nos encuentra llenos de nuevos pobladores europeos, al cobijo de una economía basada en la biología de la pradera. Con pocas artes los ocho millones de vacunos y los 24 millones de lanares pueden sustentar los novecientos mil pobladores, en tiempos en que la mecanización de las tareas estaba en pañales. En arrear y descuartizar ganados, esquilar, transportar y estibar lana, mas algo de granja y chacra, captaban a los inmigrantes. Una reducida clase propietaria residente en Montevideo acaparaba la renta agropecuaria, para dilapidarla en vivir de a ratos la Europa en América, copiando modas usos e ideas.
Recién comenzamos a salir del nock-aut jacobino, en 1910, Luis A. de Herrera publica en París, “La Revolución Francesa y Sud-América”. Había sonado la campana del primer round para el gigante americano. Era hora de levantarse y volver a empezar, a buscar la cara del enemigo. Y, paso a paso, vendrán luego diversas obras del padre del revisionismo histórico americano, “La Misión Ponsomby “saldrá para el Centenario de 1930, y luego vendrán una serie de trabajos de investigación documental pródigos en memoria y conciencia. Sesenta años de paz, 1904 a 1964, bastante bien aprovechadospara recuperar nuestra conciencia americana. Vinieron tiempos de fecundos memoriosos rioplatenses, dos generaciones fecundas en historiadores, sociólogos y pensadores en busca de una síntesis existencial que nos permitieron proyectarnos hacia el futuro. Se comenzó a rearmar nuestra conciencia política. Fue la generación que se convocó bajo el lema de “nuevas bases”, quedan pocos testigos sobrevivientes de aquellas tenidas intelectuales, uno de ellos es hoy nuestro presidente. De ahí su espartana soledad.
Hijo de la descomposición de los partidos originados en nuestro drama secesionista del siglo XIX, el Frente Amplio de hoy se vuelve incomprensible. Un conglomerado surgido en el derrumbe del Uruguay posmaracaná, un desesperado gesto colectivo de resistencia. La tierna criatura oriental, de existencia real y simbólica en el centenario de 1930, no tiene a mano mas referente aglutinador que la leyenda patria armada de apuro para aquel evento: Un Artigas recortado, provinciano, malamente vencido y peor comprendido su porfiado exilio de treinta años. Y un tiempo,”después de Artigas”, ignoto, no recuperado para la épica nacional.
Pero en esta etapa, después de Maracaná, como dijo el historiador A.Methol Ferré, “muerto Ponsomby nos queda Artigas”, pero el Artigas federal americano.
Pero, el Frente Amplio, llega a esta etapa histórica con dirigentes que, vieron quemar en la hoguera, cual falsas idolatrías, sus tótems marxistas, y abrazan con la fe de nuevos conversos el catecismo harvariano.
Y tal vez el presidente se debe de estar preguntando, como Simón Rodríguez el preceptor de Bolívar: “Dónde iremos a buscar modelos? La América Latina es original. Original, han de ser sus Instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otro. O INVENTAMOS O ERRAMOS.”
Nos enloquecimos, pretendemos jugar poker con barajas españolas y truco con naipes franceses… Hay mucha gente despistada, que sufre por “haber perdido la utopìa” ,sobreviendo en el imperio de la naditud, como ciegos en un laberinto, desconcertados y sin salida. Les espera la suerte de Alonzo Quijana, alias Don Quijote, ”que acreditó su ventura, morir cuerdo y vivir loco”.
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CONTRIBUCIÓN AL BICENTENARIO. III
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El capitán José Artigas, ascendido luego de la batalla de Las Piedras a Coronel por la Junta de Mayo, venció, con un puñado de civiles en armas, a un templado ejército de línea, que en su momento era el verdadero Ejército Nacional. Recuerden señores, que hasta ese momento la guerra civil que comenzaba era entre las autoridades de España en América y los criollos sublevados, a los cuales las autoridades comenzaban a llamar “tupamaros”.
Hasta fines de enero de 1811 Artigas desempeña diversas misiones militares a las órdenes del gobierno de Montevideo, en el interinato de Soria, buscando controlar miliarmente Entre Ríos, los cauces del Uruguay, en el operativo de bloqueo dispuesto a la Juna de Buenos Aires. Este operativo se repliega, cruza el Uruguay y se posiciona en su banda Oriental. Estos cambios se producen al arribar a Montevideo, con título de Virrey, Xavier de Elío.
Dice el prof. Reyes Abadie:”Producida la ruptura de la unidad administrativa del Río de la Plata, Montevideo se vio obligado a solventar, sin auxilio de las Arcas Reales de la capital, los gastos de la administración más las obligaciones extraordinarias del mantenimiento de las fuerzas movilizadas contra los rebeldes “juntistas” y del envío de socorros a España, empeñada en la guerra de independencia contra Napoleón.” …”Investigaciones modernas han comprobado que Artigas, en su calidad de Ayudante Mayor del Cuerpo de Blandengues, acumuló, en cierta época, a sus cometidos habigtuales de celar la campaña, perseguir el contrabando y conservar el orden público, otra investidura especial, como magistrado con competencia en materia de tierras fiscales. “ Artigas realiza distribución de tierras al norte del Río Negro con la finalidad de afincar pobladores en la frontera, dando así tranquilidad a la campaña. Estas experiencias previas a una política de tierras que se plasmará en el Reglamento provisorio para el Arreglo de los Campos de 1815.-
¿Qué es lo que produce el rompimiento de Artigas con el gobierno de Montevideo y su pasaje a las filas Juntistas? No ha sido extraño a este proceso el descontento masivo de la población de la campaña frente a las forzosas contribuciones, en dinero y especie, a que fueron sometidos por parte del gobierno montevideano, el cual se lanzó punitivamente sobre el territorio al sur del Río Negro. Los territorios mas allá del arroyo Cufré, por el oeste, San José y Santa Lucía, por el norte, y Solís y cierras de Maldonado, por el este, dependían de Buenos Aires. Al norte del Río Negro eran tierras reales dependientes de Yapeyú, ex -tierras misioneras.
Al quedar Montevideo librada a sus recursos, se determina someter al resto del territorio al oriente del Uruguay a su juridicción. Este es el origen de los levantamientos casi espontáneos de la campaña, el Grito de Asencio, y la disposición de Artigas de pasarse al servicio de la Junta porteña.
Lo que los orientales, Artigas incluido, no podían sospechar era la multiplicidad de intereses que se agitaban tras la Junta, sobre todo ingleses, que determinarían el accidentado relacionamiento de Artigas con la facción dominante en el puerto de Buenos Aires.
Ya para fines del año 11 los orientales probarían la felonía porteña, tras el armisticio de octubre entre Buenos Aires y Montevideo, negociado a espaldas de Artigas, que obliga al levantamiento del primer sitio. Dando comienzo a el repliegue artiguista, al cual se sumarán todos los pobladores a su paso, dando lugar a lo que se denominó “la redota”, la derrota del pueblo oriental a manos de la Junta Grande.
LA BATALLA DE LAS PIEDRAS, ARTIGAS COMO MILITAR.
En memorable jornada Artigas derrota al grueso del ejército Montevideano, obligando a su repliegue tras la murallas, quedando toda la campaña bajo su dominio. Se conforma el gobierno de Canelones y se instala el sitio formal a la ciudad.
Artigas era un veterano militar, conciente de que los militares obedecen al poder civil, por ello en la ruptura decide ponerse a las órdenes del gobierno de Buenos Aires, secular capital del Virreinato. En ese orden jerárquico, Montevideo formaba parte del Virreinato, aunque era base de operaciones de la Armada española que no estaba subordinada al Virrey sino al Rey. Pero, los Bandengues de la Frontera eran una institución virreinal. O sea que Artigas es fiel a la cadena de mando del estado.
En ese marco, habiendo sido camarada, hasta unos meses antes, de los oficiales y soldados de Montevideo, el vencedor del campo de batalla no se dedicó a faenar los cuellos de los vencidos, maltratarlos en el cepo de la tortura- quedaron en su poder, 430 soldados, 22 oficiales y tres jefes superiores-, por el contrario, los liberó, imponiendo “clemencia para los vencidos”. Y en un acto de soberbia modestia, ni siquiera recibió la espada del vencido en sus manos. De resultas de esta actitud gran parte de las tropas vencidas se incorporan voluntariamente a sus fuerzas.
Este comportamiento lo mantendrá a lo largo de toda su trayectoria militar. Es lo que lo diferencia del proceder de los políticos de la Junta porteña, los cuales, desde Mariano Moreno a Rivadavia, postulan el terror, el fusilamiento de los vencidos. Esa práctica criminal se genera en las logias unitarias que manejaban al círculo político y mercantil de Buenos Aires en su propósito de constituir un gobierno oligárquico, con comportamientos monárquicos, elitistas, que suponen que solo por el terror pueden imponerse a los pueblos. De ahí que uno de los primeros actos de la Junta porteña fuera el plan de operaciones basado en el terrorismo militar, arrasar los poblados y fusilar a los vencidos, desde el llamado “motín de Alzaga” y el fusilamiento del ex virrey Liniers, principal actor-dos años antes-en la defensa contra las invasiones inglesas, será la tónica de la guerra civil que recién comenzaba y que llenaría todo el siglo XIX.
En las antípodas de ese comportamiento sanguinario se posiciona Artigas en la batalla de Las Piedras y en todas la campaña llevada a bajo su mando, donde el respeto a los vencidos es su ley.
Artigas podía decir “mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante la voluntad soberana” del pueblo reunido. Pero las logias de mercaderes del puerto y sus proveedores ingleses no contaban con ello. De ahí dos formas de hacer la guerra y desarrollar la política.
Artigas es desbaratado definitivamente en Tacuarembó , cruza el Uruguay en una penosa retirada enfrentando a sus ex aliados, Ramirez y López que acordaron con Buenos Aires renunciar a la Banda Orienta en la conformación un gobierno federal en el tratado de Pilar, realizado sin consultar al representante de los orientales, al cual terminan combatiendo como a enemigo, el cual se bate en retirada hasta, diezmado por el hambre y las bajas, se interna en el Paraguay. Su ingreso en tierras paraguayas se realiza en el compromiso ante el Supremo Dr. Francia, que nunca lo recibe personalmente, de nunca mas participar en la política rioplatense. Y a esta voluntad se atendrá en los próximos treinta años de su exilio.
Artigas entra al Paraguay con 56 años de edad. No estuvo ajeno al discurrir de la historia en esos treinta años, se mantuvo informado, incluso, fue considerado un exiliado de honor por el Presidente Carlos A. Lopez, sucesor de Francia. Se puede decir que le fue penoso el proceso de disolución social y guerra civil permanente que se apodera del Río de La Plata en las décadas siguientes a su derrota, al punto de no contestar las cartas enviadas por Rivera cuando lo invita a su asunción presidencial, ni responde a los requerimientos de su primogénito, que resultó riverista, invitándolo a regresar a la ex provincia Oriental, convertida en Estado Oriental, con la promesa de serle devueltos todos sus bienes y heredades de familia. Nada de esto lo seduce. Para él la causa estaba irremediablemente perdida , tarde o temprano, como se lo advirtiera en el año 12 a los gobernadores de la Junta Paraguaya al momento que le pedía auxilios para la empresa de luchar contra los portugueses y porteños, Artigas decía:
“Si la acción general se pierde, si éste grande, si éste único esfuerzo de los americanos no tiene otro objeto que verter su sangre y hacer con sus cadáveres un monumento a la gloria de los tiranos, ¿de qué le servirá a la Provincia del Paraguay haberse mantenido a la defensiva? El gemido y el llanto llenarán toda la América y su inundación llegará precisamente a ese territorio, el estruendo de las cadenas volverá a resonar en todas partes y ese sabio Gobierno se verá en la precisión de sentirlo en torno a sí sin poderlo remediar ya”.
La profecía de Artigas tendría sangriento cumplimiento, quince años después de su muerte, con la invasión inglesa disimulada bajo las banderas de la Triple Alianza. Triple infamia que aún pesa , como una lápida histórica, sobre nuestros hermanos paraguayos. Leer más...
El capitán José Artigas, ascendido luego de la batalla de Las Piedras a Coronel por la Junta de Mayo, venció, con un puñado de civiles en armas, a un templado ejército de línea, que en su momento era el verdadero Ejército Nacional. Recuerden señores, que hasta ese momento la guerra civil que comenzaba era entre las autoridades de España en América y los criollos sublevados, a los cuales las autoridades comenzaban a llamar “tupamaros”.
Hasta fines de enero de 1811 Artigas desempeña diversas misiones militares a las órdenes del gobierno de Montevideo, en el interinato de Soria, buscando controlar miliarmente Entre Ríos, los cauces del Uruguay, en el operativo de bloqueo dispuesto a la Juna de Buenos Aires. Este operativo se repliega, cruza el Uruguay y se posiciona en su banda Oriental. Estos cambios se producen al arribar a Montevideo, con título de Virrey, Xavier de Elío.
Dice el prof. Reyes Abadie:”Producida la ruptura de la unidad administrativa del Río de la Plata, Montevideo se vio obligado a solventar, sin auxilio de las Arcas Reales de la capital, los gastos de la administración más las obligaciones extraordinarias del mantenimiento de las fuerzas movilizadas contra los rebeldes “juntistas” y del envío de socorros a España, empeñada en la guerra de independencia contra Napoleón.” …”Investigaciones modernas han comprobado que Artigas, en su calidad de Ayudante Mayor del Cuerpo de Blandengues, acumuló, en cierta época, a sus cometidos habigtuales de celar la campaña, perseguir el contrabando y conservar el orden público, otra investidura especial, como magistrado con competencia en materia de tierras fiscales. “ Artigas realiza distribución de tierras al norte del Río Negro con la finalidad de afincar pobladores en la frontera, dando así tranquilidad a la campaña. Estas experiencias previas a una política de tierras que se plasmará en el Reglamento provisorio para el Arreglo de los Campos de 1815.-
¿Qué es lo que produce el rompimiento de Artigas con el gobierno de Montevideo y su pasaje a las filas Juntistas? No ha sido extraño a este proceso el descontento masivo de la población de la campaña frente a las forzosas contribuciones, en dinero y especie, a que fueron sometidos por parte del gobierno montevideano, el cual se lanzó punitivamente sobre el territorio al sur del Río Negro. Los territorios mas allá del arroyo Cufré, por el oeste, San José y Santa Lucía, por el norte, y Solís y cierras de Maldonado, por el este, dependían de Buenos Aires. Al norte del Río Negro eran tierras reales dependientes de Yapeyú, ex -tierras misioneras.
Al quedar Montevideo librada a sus recursos, se determina someter al resto del territorio al oriente del Uruguay a su juridicción. Este es el origen de los levantamientos casi espontáneos de la campaña, el Grito de Asencio, y la disposición de Artigas de pasarse al servicio de la Junta porteña.
Lo que los orientales, Artigas incluido, no podían sospechar era la multiplicidad de intereses que se agitaban tras la Junta, sobre todo ingleses, que determinarían el accidentado relacionamiento de Artigas con la facción dominante en el puerto de Buenos Aires.
Ya para fines del año 11 los orientales probarían la felonía porteña, tras el armisticio de octubre entre Buenos Aires y Montevideo, negociado a espaldas de Artigas, que obliga al levantamiento del primer sitio. Dando comienzo a el repliegue artiguista, al cual se sumarán todos los pobladores a su paso, dando lugar a lo que se denominó “la redota”, la derrota del pueblo oriental a manos de la Junta Grande.
LA BATALLA DE LAS PIEDRAS, ARTIGAS COMO MILITAR.
En memorable jornada Artigas derrota al grueso del ejército Montevideano, obligando a su repliegue tras la murallas, quedando toda la campaña bajo su dominio. Se conforma el gobierno de Canelones y se instala el sitio formal a la ciudad.
Artigas era un veterano militar, conciente de que los militares obedecen al poder civil, por ello en la ruptura decide ponerse a las órdenes del gobierno de Buenos Aires, secular capital del Virreinato. En ese orden jerárquico, Montevideo formaba parte del Virreinato, aunque era base de operaciones de la Armada española que no estaba subordinada al Virrey sino al Rey. Pero, los Bandengues de la Frontera eran una institución virreinal. O sea que Artigas es fiel a la cadena de mando del estado.
En ese marco, habiendo sido camarada, hasta unos meses antes, de los oficiales y soldados de Montevideo, el vencedor del campo de batalla no se dedicó a faenar los cuellos de los vencidos, maltratarlos en el cepo de la tortura- quedaron en su poder, 430 soldados, 22 oficiales y tres jefes superiores-, por el contrario, los liberó, imponiendo “clemencia para los vencidos”. Y en un acto de soberbia modestia, ni siquiera recibió la espada del vencido en sus manos. De resultas de esta actitud gran parte de las tropas vencidas se incorporan voluntariamente a sus fuerzas.
Este comportamiento lo mantendrá a lo largo de toda su trayectoria militar. Es lo que lo diferencia del proceder de los políticos de la Junta porteña, los cuales, desde Mariano Moreno a Rivadavia, postulan el terror, el fusilamiento de los vencidos. Esa práctica criminal se genera en las logias unitarias que manejaban al círculo político y mercantil de Buenos Aires en su propósito de constituir un gobierno oligárquico, con comportamientos monárquicos, elitistas, que suponen que solo por el terror pueden imponerse a los pueblos. De ahí que uno de los primeros actos de la Junta porteña fuera el plan de operaciones basado en el terrorismo militar, arrasar los poblados y fusilar a los vencidos, desde el llamado “motín de Alzaga” y el fusilamiento del ex virrey Liniers, principal actor-dos años antes-en la defensa contra las invasiones inglesas, será la tónica de la guerra civil que recién comenzaba y que llenaría todo el siglo XIX.
En las antípodas de ese comportamiento sanguinario se posiciona Artigas en la batalla de Las Piedras y en todas la campaña llevada a bajo su mando, donde el respeto a los vencidos es su ley.
Artigas podía decir “mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante la voluntad soberana” del pueblo reunido. Pero las logias de mercaderes del puerto y sus proveedores ingleses no contaban con ello. De ahí dos formas de hacer la guerra y desarrollar la política.
Artigas es desbaratado definitivamente en Tacuarembó , cruza el Uruguay en una penosa retirada enfrentando a sus ex aliados, Ramirez y López que acordaron con Buenos Aires renunciar a la Banda Orienta en la conformación un gobierno federal en el tratado de Pilar, realizado sin consultar al representante de los orientales, al cual terminan combatiendo como a enemigo, el cual se bate en retirada hasta, diezmado por el hambre y las bajas, se interna en el Paraguay. Su ingreso en tierras paraguayas se realiza en el compromiso ante el Supremo Dr. Francia, que nunca lo recibe personalmente, de nunca mas participar en la política rioplatense. Y a esta voluntad se atendrá en los próximos treinta años de su exilio.
Artigas entra al Paraguay con 56 años de edad. No estuvo ajeno al discurrir de la historia en esos treinta años, se mantuvo informado, incluso, fue considerado un exiliado de honor por el Presidente Carlos A. Lopez, sucesor de Francia. Se puede decir que le fue penoso el proceso de disolución social y guerra civil permanente que se apodera del Río de La Plata en las décadas siguientes a su derrota, al punto de no contestar las cartas enviadas por Rivera cuando lo invita a su asunción presidencial, ni responde a los requerimientos de su primogénito, que resultó riverista, invitándolo a regresar a la ex provincia Oriental, convertida en Estado Oriental, con la promesa de serle devueltos todos sus bienes y heredades de familia. Nada de esto lo seduce. Para él la causa estaba irremediablemente perdida , tarde o temprano, como se lo advirtiera en el año 12 a los gobernadores de la Junta Paraguaya al momento que le pedía auxilios para la empresa de luchar contra los portugueses y porteños, Artigas decía:
“Si la acción general se pierde, si éste grande, si éste único esfuerzo de los americanos no tiene otro objeto que verter su sangre y hacer con sus cadáveres un monumento a la gloria de los tiranos, ¿de qué le servirá a la Provincia del Paraguay haberse mantenido a la defensiva? El gemido y el llanto llenarán toda la América y su inundación llegará precisamente a ese territorio, el estruendo de las cadenas volverá a resonar en todas partes y ese sabio Gobierno se verá en la precisión de sentirlo en torno a sí sin poderlo remediar ya”.
La profecía de Artigas tendría sangriento cumplimiento, quince años después de su muerte, con la invasión inglesa disimulada bajo las banderas de la Triple Alianza. Triple infamia que aún pesa , como una lápida histórica, sobre nuestros hermanos paraguayos. Leer más...
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